PRESSFIELD, Steven

PRESSFIELD, StevenAutores
 

Escritor norteamericano. 1943-. Nació en Puerto España, Trinidad. Después de graduarse fue Marine unos años. Guionista de cine. Novelista. Vive en Los Ángeles.


Puertas de fuego
Barcelona: Grijalbo, 1999; 391 pp.; trad. de Carme Camps; ISBN: 84-253-3292-3. Nueva edición en Barcelona: Debolsillo, 2010; 464 pp.; ISBN: 978-8497938327. [Vista del libro en amazon.es]

Año 480 antes de Cristo. El rey persa Jerjes encabeza un ejército de dos millones de hombres con la intención de invadir Grecia. El rey espartano Leónidas, al mando de trescientos Iguales espartanos con sus escuderos y ayudantes, y de otros ejércitos aliados, le hace frente en el paso de las Termópilas para retrasar su avance unos días. La historia la inicia el historiador del rey Jerjes que, a su vez, transcribe las declaraciones de Xeones, un sirviente de Dienekes, uno de los Iguales. El rey Jerjes quiere saber qué clase de hombres son los espartanos y, para eso, escucha todo lo que narra Xeones: cómo llegó él a Esparta, cómo entró al servicio de Dionekes, cómo plantearon y luego lucharon los espartanos la batalla de las Puertas Calientes…



Poderosa novela que reconstruye vívidamente todo un mundo, y que atrapa no sólo por la tensión de su argumento, sino también por sus descripciones cuidadas y precisas de multitud de detalles costumbristas y ambientales, y por los vaivenes del mundo interior de los distintos personajes. Quedan claras tanto la dureza y la crueldad propias de la educación espartana, como las consecuencias que una formación así tiene cuando llega la hora del combate. Además, el autor no cae en la tentación fácil de añadir a su historia subtramas o escenas comerciales al uso.

Hay en la novela una defensa feroz de la libertad tal como la entendían los espartanos, sin duda una libertad propia de los privilegiados que tienen esclavos, pero también una libertad que no acepta imposiciones externas. Cuando el egipcio Olimpios quiere convencer a sus amigos espartanos de que lo sensato es colocarse voluntariamente bajo el estandarte del rey Persa, dice: «En Oriente hemos aprendido lo que los griegos no tenéis. La rueda gira y el hombre debe hacerlo con ella. Resistirse no es una mera necedad, sino una locura». A lo cual, el principal personaje del relato, replica: «Nunca has probado la libertad, amigo —dijo Dienekes—, de lo contrario sabrías que no se compra con oro, sino con acero».

Aunque todo se podría matizar, son interesantes las disquisiciones acerca de la forma de combatir el miedo, de cómo los espartanos contrapesaban el miedo a la muerte con un miedo mayor al deshonor; acerca de la necesidad de cumplir cada uno con su papel disciplinadamente y del compañerismo como el último motivo por el que uno acaba combatiendo y entregando la vida… Pero, si hubiera que destacar una línea, yo subrayaría cómo en Dienekes el narrador ve y dibuja de modo convincente cuál es el papel de un oficial: no el heroísmo de un Aquiles sino el de un hombre que cumple bien su tarea, «una tarea cuya principal atribución era el autocontrol y la compostura, no para sí mismo sino para que los hombres que estaban a sus órdenes siguieran su ejemplo. Una tarea cuyo objetivo podía resumirse en una sola frase, como hizo en las Puertas Calientes la mañana en que murió: “Llevar a cabo lo común en condiciones fuera de lo común”».

El autor recoge también los momentos legendarios de la historia. Entre otros, el de cuando alguien dice a los espartanos que los persas tienen tantos arqueros que sus flechas ocultan el sol y Dienekes replica que «mejor, así combatiremos a la sombra»; o el de cuando Jerjes ofrece a Leónidas que les dejaría con vida si entregan las armas y Leónidas responde «venid a por ellas».


22 junio, 2006
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