TURNER, Ethel

TURNER, EthelAutores
 

Escritora australiana. 1872-1958. Nació en Doncaster, Inglaterra. Emigró a Australia en 1880, después de fallecer su padre. Desde muy joven comenzó a escribir relatos. Obtuvo un gran éxito con Siete chicos australianos y llegó a ser una escritora muy popular que dejó más de cuarenta libros publicados.


Siete chicos australianos
Madrid: SM, 1987; 167 pp.; col. El Barco de vapor, serie roja; ilust. de Sandra Laroche; trad. de Ana Moret; ISBN: 84-348-2090-0. La edición original está disponible en la red.

En una casa llamada «Desorden» viven el capitán Woolcot y su joven segunda esposa Esther, con los seis hijos del primer matrimonio y el pequeño del segundo. Después de una travesura más de los chicos, el irritable padre de familia decide mandar a un internado a la cabecilla: la inteligente pero incorregible Judy. Pocos meses más tarde, Judy huye del colegio para volver a casa y, aunque sus hermanos la esconden de su padre un tiempo, el capitán Woolcot la descubre y decide mandarla de vuelta pero…



Relato importante dentro del subgénero de las historias familiares. Además de ser uno de los orígenes de la literatura infantil australiana, tiene la peculiaridad de haber sido escrita como a la contra de los relatos victorianos al uso: ya en la primera página la narradora explica que «en Australia un niño modelo es —y lo digo con alivio— algo desconocido. Puede ser que los microbios de la travesura se desarrollen mejor bajo la luz resplandeciente de nuestra atmósfera. Puede ser que tanto la tierra como las personas tengan el corazón joven, y los espíritus infantiles no hayan sido oprimidos ni entristecidos por la sombra de muchos años de penosa historia» (quizás la autora no estaba muy al tanto del pasado de su propio país).

El relato está bien construido, muchos incidentes tienen gracia, las personalidades de los chicos están perfiladas con cuidado. Para la mentalidad de hoy puede resultar saludable comprobar que a los chicos Woolcot no les asusta lo más mínimo que su padre les riña o les castigue o les atice: a la narradora y a los protagonistas no les gusta su modo rígido de comportarse pero saben reconocer la bondad y el afecto detrás de la irritabilidad y la dureza. Son escenas logradas las que narran las decepciones que sufre la mayor, Meg, una como consecuencia de su amistad con una chica frívola, y otra cuando recibe una buena reprimenda debido a su propia inflexibilidad. De todas formas, lo más conseguido es, sin duda, el final: la revoltosa Judy salva de morir aplastado por un árbol a su hermano pequeño, pero protegiéndole con su cuerpo y falleciendo ella. Este desenlace duro y emotivo fue preferido por la escritora, entre otras cosas, para eludir las convenciones del momento, que le impondrían un final ejemplarizante con Judy arrepentida o en vías de corregirse.


2 abril, 2009
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