DOWD, Siobhan

DOWD, SiobhanAutores
 

Escritora inglesa de padres irlandeses. 1960-2007. Nació en Londres. Estudió Clásicas. Trabajó en distintos programas de defensa de los derechos humanos. Publicó dos novelas en vida y dejó escritas otras dos. Murió en Oxford.


El misterio de la noria de Londres
Madrid: Editex, 2009; 255 pp.; col. Libros de mochila; ilust. de Jorge Pérez Miceli; trad. de Miguel Marqués Muñoz; ISBN: 978-84-9771-247-7. [Vista del libro en amazon.es]

Cuando la tía Gloria y su hijo Salim vienen a Londres desde Manchester, camino de Nueva York, se hospedan en la casa de la hermana de Gloria, Faith, que vive con su marido y sus hijos Kat, una chica adolescente, y Ted, de doce años y un tanto especial. Al día siguiente los chicos y sus madres van a la noria de Londres, el London Eye, y, mientras sus madres toman café, Ted, Kat y Salim, se ponen en la larga cola para sacar el ticket. Pero un extraño se arrepiente antes de subir y les regala su ticket con lo que, para ganar tiempo, Salim monta él solo. Sorprendentemente, Ted y Kat le ven subir en la cabina pero no le ven salir. Durante unos días, paralelamente a la investigación de la policía, Ted y Kat intentan resolver el misterio por su cuenta.



Historia que presenta un misterio típico de las novelas policiacas y que cuenta con un narrador excepcional: Ted, un chico que tiene una enfermedad semejante a la del protagonista de El curioso incidente del perro a medianoche. Sus peculiaridades son que tiene dificultades para captar el lenguaje corporal; que comprende literalmente todas las metáforas e intenta desentrañar su significado; y, sobre todo, que tiene unos conocimientos extraordinarios y una continua obsesión por la meteorología. Así lo cuenta él: «Muchas veces no puedo dormir por la noche. La mente se me inunda de datos sobre nuestro extraño mundo. Enciendo la lámpara de la mesilla de noche y escucho las previsiones marítimas de la radio con el volumen muy bajo. Leo mis libros sobre meteorología y estudio los mapas de isóbaras e isotermas. Estudio fotografías de lo que los fenómenos meteorológicos dejan a su paso (…). Hago planes para cuando sea mayor poder ayudar a la gente a prepararse para los desastres y salvar sus vidas y sus posesiones, y asesorar a los gobiernos para que puedan enfrentarse mejor al clima adverso».

Lo anterior hace que la historia, en sí misma tensa, sea muy divertida. Así, respecto a las difíciles relaciones al principio entre Ted y Kat, bien dibujadas, Ted dice que «el comportamiento de Kat es muchísimo más difícil de predecir que el tiempo atmosférico». O, cuando se produce una bronca entre Kat y su madre, Ted habla de la hora en que el Tornado Toca Tierra, o Tx3, «esa es mi manera de describir los momentos en que hay discusiones terribles y tu propia casa es el último lugar del mundo en que quieres estar». O, cuando Kat y él están reflexionando, preocupados por la desaparición de Salim, señala lo útil que resulta ladear la cabeza para pensar: «Mi teoría es que al tomar esa postura, la sangre se concentra en el lado del cerebro que se ocupa del razonamiento y, según el tipo de razonamiento que necesitemos, deberemos utilizar un lado u otro. El lado derecho es para la deducción lógica y el pensamiento analítico, y el izquierdo para el pensamiento creativo. Yo creo que es de este lado del que procede la inspiración».

En fin, concluirá Ted, «un meteorólogo es como un detective del tiempo atmosférico, que utiliza observaciones y mediciones para plantear teorías. Si las teorías son correctas, servirán para predecir patrones meteorológicos. Descubrir qué había ocurrido con Salim y dónde podría estar era exactamente lo mismo». En el hecho de que las teorías de Ted sean al principio menospreciadas y acaben siendo correctas, y finalmente salga vencedor sobre los adultos, está una parte del atractivo de la historia.

¿Charlas superficiales o profundas?

Puede dar idea del humor que recorre la novela un diálogo que tiene lugar la noche en que Salim llega a casa de Ted y se instala en su habitación para dormir. Los dos se acuestan en silencio y Ted narra:

«Me pregunté si debía entablar conversación. Pero ¿sobre qué? ¿Una charla superficial o alguna cuestión más profunda? Recordé lo que mamá me había explicado cuando empecé la secundaria, el otoño anterior. “Ted, cuando hables con alguien que acabes de conocer, no toques temas demasiado complicados”. Le pregunté qué quería decir con eso. ¿Que no debía utilizar palabras de muchas sílabas? Ella se rió y me dijo que no, que quería decir charlar sobre temas de todos los días. “¿Cómo, por ejemplo, el tiempo?”, pregunté. Ella contestó, suspirando: “Sí, Ted. Como el tiempo. Pero superficialmente”. Lo cual quería decir que podía hablar sobre vientos de superficie o el estado de la mar pero no sobre la corriente atlántica del Golfo.

—Salim, ¿te gustan las charlas superficiales? —pregunté.

—¿Qué? —respondió Salim, incorporándose—. No. La charla superficial es aburrida. Es lo que la gente hace para matar el tiempo cuando no tiene nada interesante que decir.

—Así que te gusta hablar más en profundidad.

—Sí, Ted. En profundidad, siempre.

—¿Y sobre el tiempo? ¿Te gusta hablar superficialmente o en profundidad?

—¿Te refieres a la lluvia, la nieve y esas cosas?

—Lluvia, nieve, tormentas. Corrientes marinas. Frentes. Calentamiento global».

Ya se ve que un personaje así es una mina.


9 septiembre, 2009
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