UHLMAN, Fred

UHLMAN, FredAutores
 

Escritor alemán. 1901-1985. Nació en Stuttgart. Abogado socialista en la Alemania pre-nazi. Conocido pintor después de exiliarse. Murió en Londres.


Reencuentro
Madrid: Tusquets, 1996; 122 pp.; col. Fábula; trad. de Eduardo Goligorski; ISBN: 84-7223-938-1. Nueva edición en 2010; ISBN 13: 978-84-8383-555-5. [Vista del libro en amazon.es]
Nueva edición que contiene Reencuentro y Un alma valerosa, en Tusquets, 2016; 224 pp.; ISBN: 978-8490663462. [Vista del libro en amazon.es]

Alemania, 1932. El narrador, judío, cuenta su amistad juvenil con un rico aristócrata, Konradin. La separación entre los dos amigos, con ocasión de la irresistible progresión de la ideología nazi, terminará con un «reencuentro» al cabo de muchos años.


Un alma valerosa
Barcelona: Ediciones del Bronce, 1996; 79 pp.; col. Cuadernos del Bronce; trad. de José Manuel de Prada; ISBN: 84-8300-206-X. Nueva edición que contiene Reencuentro y Un alma valerosa, en Tusquets, 2016; 224 pp.; ISBN: 978-8490663462. [Vista del libro en amazon.es]

Muchos años después de que Reencuentro fuera una novela ya «clásica», a la muerte de Uhlman se publicó Un alma valerosa, el relato de los mismos hechos por boca de Konradin von Hohenfels: según parece, Uhlman había concebido su novela como una narración a dos voces, aunque sólo había dado a la imprenta el relato de Hans. En Un alma valerosa, pocos días antes de su ejecución, Konradin dirige una larga carta a Hans en la que rememora su amistad e intenta justificar su actuación. Para captar la fuerza de ambas novelas es casi imprescindible no leer Un alma valerosa antes que Reencuentro.



Más interesante que la reconstrucción de un clima social e histórico es la vertiente psicológica de las dos narraciones. Pues pocas novelas como Reencuentro captan la fuerza con la que puede brotar el sentimiento de amistad entre dos jóvenes: «Entre los dieciséis y dieciocho años, los jóvenes combinan a veces una cándida inocencia, una pureza radiante de cuerpo y mente, con un anhelo exasperado de devoción absoluta y desinteresada. Generalmente, esa etapa sólo abarca un breve lapso, pero por su intensidad y singularidad perdura como una de las experiencias más preciosas de la vida». Ciertamente, afirma el narrador, era una época en la que «aún no existía la televisión para introducir el sexo en el seno de la familia».

Un alma valerosa se detiene sobre todo en la educación de Konradin. Este da cuenta del comportamiento de sus padres, aristócratas para los que «el mundo no se dividía entre quién tenía y quién no tenía, sino entre quien tenía todo y quien no tenía nada». Habla de una madre lejanísima y profundamente antisemita, de un padre que no le hace caso con juegos «que requieren tiempo y paciencia, atributos ambos que él no poseía». El culto y refinado Konradin, sin argumentos sólidos ni mejores referencias que la talla humana e intelectual de su amigo, acepta su teoría del «como si»: «Vivir “como si” Dios no existiera, “como si” la vida tuviese la máxima importancia», y ve tambalearse sus creencias frente al ímpetu emotivo con el que Hans echa las culpas a Dios del sufrimiento de los inocentes.


15 abril, 2010
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