DOIG, Ivan

DOIG, IvanAutores
 

Escritor norteamericano. 1939-2015. Nació en White Sulphur Springs, Montana. Licenciado en Periodismo e Historia. Trabajó como granjero y en el Servicio Forestal antes de ser escritor y colaborador en prensa y revistas. Falleció en Seattle.


Una temporada para silbar
Barcelona: Libros del Asteroide, 2011; 360 pp.; trad. de Juan Tafur; ISBN: 978-84-92663-42-2. [Vista del libro en amazon.es]

A finales de los años 50, Paul Milliron, inspector jefe de enseñanza en Montana, ha de tomar una decisión que le pesa: aprobar la desaparición de las escuelas rurales como aquella a la que asistió él cuando era niño en aldeas como Marias Coulee. En esa situación recuerda el año 1909, cuando él cumplió trece años, y vivía con su padre, viudo, y sus hermanos pequeños. Los incidentes singulares comienzan cuando su padre decide contratar un ama de llaves, Rose, que se presenta en el pueblo con su hermano Morris, un tipo muy singular que acaba siendo contratado como maestro.



Novela cuyo atractivo se basa en que la descripción de la vida cotidiana de los Milliron, tanto la familiar como la colegial, tiene mucho encanto, y en la singularidad y los métodos educativos de Morris, un personaje formidable. Es un acierto la figura del narrador, una persona con experiencia de la vida, enamorada de la enseñanza, que desea reivindicar la figura del maestro entusiasta que busca sacar lo mejor de sus alumnos, como cuando indica que la llegada de Morris a la escuela les hizo ver a todos «la diferencia entre una jornada escolar que comenzaba “¡Callaos, niños!” y otra que comenzaba con un “Buenos días, jóvenes estudiosos”». Su nivel intelectual también explica que no falten reflexiones cultas: al hablar del intercambio de regalos de Navidad entre los pequeños Milliron y su arisca tía Eunice señala que «ni Esparta y Corinto intercambiaron regalos con tanta reticencia».

El aspecto constructivo menos satisfactorio es la resolución de algunos hilos argumentales. En uno, el de los enigmáticos pasados de Rose y Morris, se dan algunas inverosimilitudes, como la de que sólo el narrador los acabe conociendo pero no así su padre y sus hermanos. Otro es un incidente chusco con el que termina la rivalidad que había entre Morris y el padre de uno de sus alumnos. Sí es más lógico cómo Paul Milliron logra resolver el dilema que tiene por delante de cerrar las escuelas que para él son básicas pero que para el Gobierno son ineficientes. En cualquier caso, estos desenlaces no importan tanto pues lo que acaba subyugando al lector es la sucesión de anécdotas escolares, donde no faltan amistades y rivalidades, y cuyo momento culminante es la visita de un inspector escolar.

Otra novela: Verano en English Creek.


6 octubre, 2011
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