KELLY, Jacqueline

KELLY, JacquelineAutores
 

Escritora neozelandesa. Se trasladó a Canadá, con su familia, cuando era niña. Años más tarde volvieron a trasladarse a El Paso, Texas. Se licenció en Medicina y trabajó como médico unos años. Luego se licenció en Derecho y también trabajó en este terreno. Luego comenzó a escribir ficción. Su primera novela fue La evolución de Calpurnia Tate.


La evolución de Calpurnia Tate
Barcelona: Roca editorial, 2010; 268 pp.; trad. de Isabel Margelí; ISBN: 978-84-9918-103-5. [Vista del libro en amazon.es]

1899, Fentress, ciudad al sur de Austin, Texas. La narradora, una lista chica de casi doce años, es Calpurnia Virginia Tate, familiarmente Callie Vee, la intermedia de siete hermanos —«¿podéis imaginaros algo peor?»—. Su familia es pudiente; su padre posee una máquina limpiadora de algodón y no interviene mucho en su vida diaria; su madre desea que aprenda cocina y bordado —«un trabajo de mojigatos»— y que se prepare para su futura presentación en sociedad; cumple un importante papel la cocinera mulata de la casa, Viola; y el personaje decisivo es su abuelo, un naturalista seguidor de las teorías darwinistas que hace de Calpurnia su discípula y colaboradora.



Novela que retrata la familia y la sociedad en la que vive la protagonista por medio de una sucesión de incidentes, los mejores de los cuales son, normalmente, aquellos donde no asoma ninguna otra intención que la de contar la historia. La principal tensión viene de los choques entre los deseos de Calpurnia de hacer unas cosas y los deseos de su madre de que aprenda y haga otras. Además, su abuelo y ella descubren una nueva especie de algarrobo y esperan que las sociedades científicas lo reconozcan. Otros episodios tienen que ver con los enamoramientos de sus hermanos, y otros podrían llamarse costumbristas, por ejemplo el drama familiar cuando uno de los pequeños, encargado de alimentar a los pavos, se da cuenta de qué ocurrirá con ellos el día de Acción de Gracias.

Hay bastantes descripciones, sencillas y bien hechas, de los animales y plantas que observan y estudian Calpurnia y su abuelo. Este personaje, a pesar de su artificiosidad, está conseguido, porque tiene gracia y porque justifica bien cómo se puede desarrollar una vocación científica como la de Calpurnia. También se puede considerar acertado el personaje de la madre, pues sus motivaciones, al menos parcialmente, se hacen comprensibles, y su hija las llega también a comprender. Los otros tienen menos entidad: tal vez alguno gane peso en las secuelas que se avecinan.

La novela tiene tramos dedicados a las observaciones de campo y a las anotaciones en su libreta de Calpurnia: no a todos los lectores les atraerán igual pues ralentizan la narración y tienen el claro propósito de avivar el interés por el trabajo científico. Tiene otros pasajes dedicados a los intensos sufrimientos de Calpurnia cuando tiene que cocinar o bordar y cuando piensa en que su futuro sea como el de su madre —«¡oh, qué monotonía!»—; su rechazo alcanza el máximo cuando recibe como regalo de Navidad el libro La ciencia del ama de casa. Con todo, en relación a estos aspectos la novela está equilibrada: la pesadez del trabajo científico no se disimula —«en nombre de la Ciencia estuve limpiando cacas de oruga»—; la vida familiar se presenta bien, aunque el cariño como motivo para enfrentarse a los trabajos más pesados no se subraye; y, a pesar de sus lamentos, Calpurnia no pierde mucho de vista su condición de chica de clase alta privilegiada.

Se justificarían mejor algunas cosas (también las escasas frases cursis como «sentí el primer y gélido azote de la pena en torno a mi corazón») si en algún sitio se indicara que, como se puede suponer, todo está contado años después, aunque intentando reproducir las cosas tal como la protagonista las vivió. Cada capítulo está encabezado por una cita de El origen de las especies, algo que le da un tono culto pero que resulta tan innecesario como un ornamento barroco (útil para reconocer el estilo y para que algunos lectores se sientan cómodos, pero que si se quita no se pierde nada e incluso se ganaría claridad). En cuanto a su valor como lectura infantil, igual que de otras novelas semejantes, tal vez conviene advertir que la mejor forma de comprender otras épocas no es una novela que habla del pasado con anteojeras de hoy, aunque pueda divertir e incluso ser útil en ese sentido, como es este caso. Al respecto suele ser reveladora la comparación con novelas escritas en aquella época con protagonistas niñas norteamericanas, que sufren las mismas ataduras sociales que Calpurnia y que a su modo intentan sacudírselas, pero que no buscan ganar puntos ante los lectores de hoy (el ejemplo más clásico es Mujercitas).

Otros libros: El regreso a los sauces, El curioso mundo de Calpurnia Tate.


16 julio, 2015
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