Ironía como pobreza de pensamiento

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Todos sabemos bien que, a veces, hay ironías fuera de lugar, pero «¿dónde debemos detenernos en nuestra búsqueda del placer de la ironía?» se pregunta Wayne Booth. Y se responde: «Allí donde la obra nos diga que debemos hacerlo, donde nos ofrezca otras posibilidades que se verían destruidas por el recurso a la ironía. Sólo un lector muy inteligente puede captar todas las ironías de un Fielding o un Forster. Pero hace falta algo más que inteligencia para resistir a la tentación de ir demasiado lejos: el rito acompasado del lector experimentado, ávido de cambios imprevistos y estimulantes, pero consciente siempre de las exigencias de la forma de baile de que se trata y del compañero que le ha tocado».

Y, cuando vemos que un escritor (o alguien que conocemos) es muy, muy irónico, Zagajewski nos da una pista más: «Hay autores que usan la ironía para azotar la sociedad de consumo, otros aún luchan contra la religión o la burguesía. A veces la ironía expresa algo más: la desorientación en medio de una realidad plural. A menudo simplemente encubre la pobreza de pensamiento. Porque si no se sabe qué hacer, lo mejor es volverse irónico. Después, ya veremos».

Wayne C. Booth. Retórica de la ironía (A Rethoric of Irony, 1974). Madrid: Taurus, 1989, 2ª ed.; 368 pp.; col. Persiles; trad. de Jesús Fernández Zulaica y Aurelio Martínez Benito; ISBN: 84-306-2160-1.
Adam Zagajewski. En defensa del fervor (Obrona żarliwości, 2002). Barcelona: Acantilado, 2005; 215 pp.; trad. de J. Sławomirski y Anna Rubió; ISBN: 84-96489-15-9.

24 mayo, 2009
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